Un espacio de viajes entre la música y palabras

Es que una vez más la música es la responsable

martes, 26 de julio de 2011

El regreso, que no la vuelta

Se vuelve por donde se ha venido, se regresa al lugar al que uno pertenece, regresábamos al hogar y creo que no hay mejor viaje posible, al despertar la perspectiva del día era suave como casi todo el tiempo, el ánimo perfecto, llenas las almas y satisfechos los sentidos (a juzgar por los ronquidos de Carlos, ya tan familiares, muy satisfechos). Los viajes son hermosos en tanto que culminan un periplo con torna, es su tesoro y su privilegio, retornar a casa, y ese era el objetivo de las próximas horas.
Dos muy buenos tipos en el rincón de Patxi (a la derecha el cartelito: sonría por favor)
La mañana acude temprano a mi encuentro, poco después de las siete y media, una apertura de ojos fugaz me descubre la sonrisa en el espejo. Qué día tan magnífico para ser vivido!. Me pongo un poquito a lo mío, esto del blog da bastante faena y hay mucho pendiente de narrar. Carlos duerme casi sin moverse y el día se va abriendo a la luz del sirimiri. Cuando mi amigo despierta nos ponemos en marcha, las últimas duchas, recoger todo y pagar. Quedamos con Patxi que le dejamos las cosas mientras vamos a buscar el coche, ala! a la otra punta de la urbe. Sirimirea a gusto y volvemos a parecer una pareja equivocada, él pertrechado para una travesía del Annapurna y yo de verano, eso sí, esta vez las miradas de los transeuntes se fijan más en mí que en él, pasamos por la Concha y admiramos a dos jovenes bañistas que se meten en el agua entre grititos previsibles, no son las únicas bañistas pero hay poquitos. Llegamos a la zona universitaria y ambos buscamos la barrera de salida del parking que desdeñamos usar para no tener problemas a la salida, está abierta ..., último repecho antes de llegar a la zona libre y el coche nos acoge.
Patxi no sólo es donostiarra, es culé!!! El elfecto de que aparezca el reportero es casual pero mola
Despedida, con foto incluida, de Patxi y con el cargador enchufado, el móvil tirando de navegador a todo trapo, lo llevamos más por diversión que por otra cosa ya que la ruta no tienen ningún secreto. Los minutos van pasando en el coche, nos esperan un par de pequeñas decepciones, el aire se estropea y con la lluvia tenemos que llevar entreabiertas las ventanillas para no estar desentelando a mano el parabrisas a cada momento, eso significa más ruido y escuchar peor la música, nada que objetar, son detallitos en un estado de ánimo a prueba de bombas. La segunda sorpresa negativa es que el altavoz agota la batería al poco de salir de Guipuzcoa y nos quedamos sin música, "pas de  probleme" viviremos de la música acumulada estos días en nosotros.
Canta Paco: "las tierras, las tierras, las tierras de España ..." (Alberti)
Charlamos poco, ambos estamos bastante introspectivos y los kilómetros se van sucediendo, superada la cadena montañosa que resguarda las esencias de Euskadi el tiempo recupera el calor del sol perdido y la ausencia de aire se cobra otro inconveniente, ventanillas abiertas y que corra el viento.
Decidimos parar en un área de servicio para zamparnos las vituallas que han sobrado y que hemos complementado antes de salir, al llegar a una que reúne las condiciones adecuadas, o sea sombra y sitio, nos paramos y damos cuenta de un chorizo ibérico con queso regados con una !!!! Coca-cola!!! (if you drink, don't drive).
A fijarse en los árboles tras el coche, una brisilla
El área cumple también con una característica inevitable y casi obligatoria, hace un viento feroz, le comento a Carlos que los diseñadores de las zonas de descanso de las autopistas las instalaban ayudados por un anemómetro, ni planos ni cuentakilómetros como herramientas para una distribución adecuada, el dispositivo de medir velocidad de aire y punto, allá donde se volvía loco paraban, se guiñaban con complicidad y indicaban a las cuadrillas que empezaran a picar y a hacer sus tareas, ya tenían otro lugar donde las puertas de los coches se abrirían con violencia, los bocadillos volarían de las escasas mesas y los mapas de carreteras (en la época en que se construían esas áreas no había aún GPS) alegrarían el cielo con su vuelo sincopado. Esta área debe ser el orgullo de los sádicos ingenieros porque es físicamente imposible mantener algún objeto estable en la superficie de la mesa, amén de la incomodidad que produce estar atendiendo a la bolsa, el pan, y todo al intentar montar los tentempiés.. Comemos en el coche, la parada no se alarga más que unos escasos minutos y proseguimos la ruta, cambio de conductores para no aburrirme demasiado (no hay música, Berta está callada como una mujer resentida (estamos en un tramo de autopista de casi doscientos kilómetros y no hay nada que precise indicaciones) y la mente sigue embebida de recuerdos y proyecciones.
Lo sé, ya he puesto otra, pero es que a Carlos y a mí nos encanta el toro de Osborne (sé que a otros no :p)
Charlamos algo más, un buen rato lo dedicamos a intercambiar valoraciones, bastante coincidentes, sobre todo lo disfrutado, como este tema vertebrará la próxima entrada no daré más detalles, el paisaje deviene familiar y se va poblando de zonas con mayor densidad urbanística, estamos llegando. Carlos me deja en casa, el es más afortunado ya que hoy María no trabaja y lo espera en casa con Leandro que no ha ido al casal por este motivo. Son las cinco en punto y esa es la cifra del tiempo de desplazamiento ya que hemos salido de la pensión a las doce. Tengo algo más de una hora antes de que llegue María, deshago maletas, pongo lavadora, me tomo una cerveza, ni que decir tiene que pongo música y tras un repaso mental de opciones, curiosamente rápido, me decido por Corea, el Romantic Warrior me transporta de nuevo al Kursaal y me giro buscando la complicidad de Carlos, tan presente todos los días pasados, pero ya no está, sigo con el goce de estar en casa, en espera. Y finalmente se cierra el círculo, ha llegado María (los niños están en la torre y no los veré hasta el jueves, nada, nunca, es perfecto), y nuestros rostros felices hacen claudicar la narración.

2 comentarios:

  1. Me encanta leerte pero he de decir que en estas dos últimas entradas especialmente, me he reido con tu análisis de la ubicación de las areas de descanso, yo soy de las que no me gustá el Toro, pero las fotos tienen su gracia y es tal cual me decías.

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  2. No puedo quedarme sin decir nada. Que no me gusten los toros no quiere decir que la figura del toro no tenga su sentido estético. No hace falta recordar los grandes pintores que han reflejado momentos excelentes de la llamada fiesta nacional...Sin embargo, mi comentario va hacia los aspectos fotogràficos de los lugares arqitectónicos mencionados, algunos ya conocidos por mi, otros evidentemente no, y que diría que, a pesar de los profundos conocimientos de un quasi profesional del arte de la fotografía, o no contaba con el material necesario (lo creo) o no se si sabría reconocer todo el arte que atesora lo expuesto visulamente en estos encuadres. Será el efecto de la música, de Santa Cecília su patrona, de los efluvios sonoros angelicales de los reyes del jazz???

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