Un espacio de viajes entre la música y palabras

Es que una vez más la música es la responsable

lunes, 25 de julio de 2011

Para eso servían las iglesias!!!

No es que me lo haya preguntado muchas veces pero la utilidad de las iglesias es algo que nunca había tenido claro, obviamente como elemento colonizador de la organización papal es inmejorable, además de un vehículo impresionante de creación artística, incluso como refugio de silencio en aquellas ocasiones en los que el entorno nos lo requiere ... Todo ello provee de justificaciones a su existencia, pero hasta el momento de salir del concierto de Garbarek en la desacralizada iglesia de san Telmo no vi la luz, supe que miles de años de construcciones religiosas tenían como exclusivo objetivo el dotar al genial saxofonista noruego del recinto adecuado para sobrecogernos con su Officium Novum (hace más de tres décadas lo empecé a sospechar viendo a Duke Ellington en Santa María del Mar, pero aquello es otra historia). Esta declaración puede resultar algo rotunda y maximalista pero se tiene que haber estado ahí para compartirla.
Camino hacia la iglesia
Carlos y yo (y unos cientos de privilegiados más) estuvimos, y nos embarcamos en el último de los viajes que el festival nos ha proporcionado; hace unas cuantas entradas comentaba, en un momento de lucidez (que no abundan) que si el diseño del festival hubiera corrido a mi cargo hubiera programado a Garbarek como cierre del mismo, y eso es lo que significaba para nosotros al día siguiente nos volvíamos y no veríamos las joyas restantes de la programación (siempre te tienes que quedar con deseos insatisfechos para ser feliz), es sabido que el viaje siempre es un viaje interior, no importa donde vayas que el movimiento se plasma en ti mismo y por ello pienso que la mejor travesía es la que ahonda en el interior de uno mismo, eso, ni más ni menos, es lo que nos regaló Garbarek, un itinerario deslumbrante por el goce íntimo, sendero de comunión con la música, el sonido, la arquitectura, la pintura y una concepción bella y pura del arte.
Carlos rumbo a Garbarek, el chubasquero es un recuerdo en su mano, en el claustro que luego visitaremos
96 minutos ininterrumpidos de su saxo y el coro de las cuatro voces masculinas del Hiliard Ensemble, el silencio cómplice y casi devoto del público, el viaje que no cesa cuando acaba el viaje.
Como ya he comentado, retomo la narración de los hechos una vez descrita la magnitud del concierto, salimos de la Trini apuraditos, había dejado de llover y en un par de minutos entrábamos en el Museo de san Telmo, antiguo convento dominico del XVI que ha sido renovado y rehabilitado de forma magnífica, los amplios espacios casi vacíos que ibamos recorriendo en pos de la iglesia fueron un buen prólogo a lo que hallaríamos en su interior, el claustro al pie de la iglesia es precioso y nos programamos una visita posterior al Officium para paladearlo como se merece, silencio y soledad al abrir la puerta. Nos recibe un precioso templo gótico-renacentista decorado con murales de Sert, casi monocromos. Ambiente y expectación.
Los Hiliard acudiendo al inicio del concierto
Llegamos justo al inicio del acto, ya sonaba la música pero aún estaban entrando los Hiliard, acudían a la llamada del saxo de un Garbarek plantado, de negro como los otros, en el ábside desnudo del recinto. Magia musical emergiendo. El único elemento chirriante de la velada se debió a una pésima idea de los organizadores, las sillas para el público eran de plástico, tipo terraza cutre, y debido a la excepcional sonoridad del templo y a la cantidad que había, desplazarse entre ellas producía unos molestísimos ruidos que eran casi imposibles de evitar (si lo intentabas, que hubo unos pocos trogloditas que no lo hicieron y además sin estar más que unos minutos antes de volver a irse entre más de lo mismo).
En pleno viaje, en pleno disfrute
Sentados ya al fondo e imbuídos casi de forma instantánea en lo que nos ofrecían los músicos todo se hizo gloria.
Las diferentes piezas del opus (una selección de piezas tradicionales de Europa "tuneadas por Jan) se encadenan sin pausas, el cuarteto responde al saxo, el metal pinta las armonías vocales, hablan, enmudecen y vuela el uno sobre los otros, ahora una voz solitaria llora con un saxo ténue, ahora se une otra voz ... Garbarek consruye un universo sonoro muy personal y su enorme calidad lo hace universal.
El cuarteto diseminado por la sala impulsando las voces desde sus ubicaciones
Los músicos empuezan a moverse, se desplazan y dejan sólo al saxo melancólico, aparece un cantante por una puerta lateral, están todos y se desplazan por toda la iglesia generando nuevas tonalidades sonoras, en eso me tengo que levantar para contemplarlo como se merece y en un instante tengo a Jan que viene directo hacia mí, imperturbable y casi atemorizante, me retiro y se desliza frente a mí.
El señor de la luz entre tienieblas (su música es terriblemente luminosa, créedme)
Los sones mutan, se regeneran, se hacen éxtasis que queda desparramado sobre los felices asistentes. Un naciente silencio, que crece al ir apagándose las voces y surge al desvanecerse el hilo del saxo (cerrando un círculo con la noche previa al viaje) que mantenía Garbarek. Un par de segundos y la iglesia se vuelve estallido de aplausos, incluso vítores (nadie les llamó guapos o toreros pero casi), sílbidos y hasta pateo de las, ahora útiles, sillas. Minutos en las que las palmas ya duelen pero no importa, el grupo se ha ido y la ovación no ceja.
Hubo bis, resubió el placer
 Yo, en un alarde de vaticinio errado, le digo a Carlos (qué carita de emoción que tiene mi amigo!!), vámonos porque el noruego no vuelve, si hace un bis tiene que tocar una hora y media más.
Pero la insistencia descongela al fiordo y regresan para regalarnos unos minutos más de su maravilla, hasta que de nuevo el silencio lo rompen los aplausos, unos minutos más tarde estamos paseando por el claustro, hermoso y con todo el significado después de lo que hemos vivido, se hace fácil imaginar la vida de recogimiento en este entorno.
Así es, todo esta era para todo esto
La noche está entrada y, a pesar de que aún hay alguna actividad festivalera, nos volvemos a nuestra última noche en casa Pachi. Hay cansancio después de tantas horas de concierto y de tanta intensidad emocional, me duermo pensando en mis dudas acerca de una posible saturación musical en esa jornada que no ha existido, más bien al contrario, tanto Hiromi, como Cassandra, como Garbarek, han producido un deseo de seguir compartiéndolos que no ha menguado a través de las horas.
Game Over.

No hay comentarios:

Publicar un comentario