Hace unos meses llegó un momento en el que el blog había agotado su función primigenia que no era otra que el intento de anular la distancia que un viaje representaba, una vez narrado y documentado todo el periplo donostiarra publiqué una "última" entrada con la foto de Mimaría para que fuera lo primero que encontrara al abrirlo. El blog ha seguido un nuevo rumbo y aquella entrada ha quedado archivada entre la anterior y la posterior, y sigo sin resistirme a no encontrar su foto en este ámbito. Por ello pongo otra y lo hago colgando un "texto" que pertenece a mi producción literaria juvenil, lo encontré hace unas semanas archivado en una cuenta antigua y creo que el mejor homenaje que puedo hacerle a la mujer que amo es la constatación de que nuestra relación no produce el dolor que engendra poemas ni desgarros literarios como el que sigue a continuación, la felicidad es una musa esquiva y poco complaciente, y me congratulo por ello, sea esta entrada constancia de todo ello.
Veinte veces acaricio tu recuerdo, veinte o veinticinco en las horas de
luz, luego la oscuridad se funde en tu contacto.
Veinte veces destapo tu
esencia entre mis dedos y juego al saberte en ese instante, tantas ocasiones
acosando el entorno que te viste.
Siquiera un par de decenas de destellos del
todo que eres, cada día, en el día.
Cacofonía entre el número y el deseo,
veinte, vente, regresa a la tierra primigenia que es nosotros.
Otras tantas
ansias de extirparte, conseguir que el aliento recobre la fluidez de antes,
afán demente hacia el equilibrio que mora en el vacío; unos cuantos trances
para sentir tu aliento cálido entre mi euforia y nuestro llanto.
Regocijo
íntimo, pleno y consciente al saberme entregado, al sentir las veinte ocasiones
en las que recupero un esbozo de mi sitio en el desatino, son veinte o
veinticinco claves que descifran el paisaje, sus habitantes, los signos que
emplean e incluso la sangre que les riega.
Destino y luz, amor y coraje de los
días en que aún no contaba los actos en que te tocaba, ráfaga clarividente en
el brotar del tu y yo para siempre, cuando las horas hacinaban en rincones
pequeños los momentos que no compartíamos.
Aullido nuestro para sofocar las
grietas que la ausencia abre en el tacto, en la complicidad, en las caricias
apresuradas, en el mirarte y que me mires y que el abismo se abra en tus ojos
marrones; quejido superior para poner soporte a tamaño desgarro, y, a pesar de
ello...
Veinte veces al día soy capaz de pasearme en tu invocación, esos instantes
que quiebran lo disperso, sin matices y sin remedio, ofertan sentido y
dirección al tiempo, y esas tantas veces al sol, afronto la cantidad exacta del
todo que representas, que eres y que prometes.
Los momentos, veinte o
veinticinco, que el anhelo de la amnesia acata la debacle y el destierro ante
la plenitud, el regocijo, el éxtasis y la sensatez, y es que estás, eres en todos
los demás tiempos. Pero acostumbro a tocarte con regularidad cartesiana, unas
veinte veces.
Y las yemas abren el recorrido eléctrico para que mi cuerpo
redescubra, una vez mas, cada vez, el pálpito amable y brutal de haber abrigado mi desnudez con tu piel en las horas ocultas.
Las puntas de los dedos se visten
de puerta de entrada del huracán que es tu cuerpo enamorado, ansioso y perdido
en ofrecer.
Y esos instantes, que dotan el ritmo de los días, perecen, agotan en
si mismos el fuego que no puede ser devorado.
La explosión constante cede para
que pueda sobrevivir a la evocación cegadora, luz, visión, presencia,
ofuscación, catarsis, y la calma.
Algunas de las veinte veces retengo el
contacto, la mirada atraviesa el roce, se instala una sonrisa ceñida, y mis
ojos husmean en lo remoto, y te encuentran.
Halcones sin asomo de duda, con picado
certero, recto y vertiginoso, el azul alado en rapaz hunde sus garras en la
sombra de tu sombra.
Algunas de las veinte veces, no todas, porque...
Veinte, o veinticinco, o mas veces al día, estoy muerto de
distancia.
Vuelve.
Vaya! Me ha sorprendido mucho esta entrada (a pesar de que se sale un poco de la tónica dominante del blog).
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, la honestidad, la evocación. Son palabras que parecen recien salidas de las entrañas...
Me han hecho reflexionar sobre la fugacidad de las cosas y de cómo, a veces, se nos olvida cuidar lo que tenemos cerca.
Y dices que este texto lo publicaste hace años?
Pues parece que conserva toda su vigencia!
Mi más sincera felicitación...
Un abrazo
Hola Manu,
ResponderEliminarGracias por el comentario, pues sí, la verdad es que es un escrito hibernado durante un par de décadas, y al querer hacer una entrada, diferente lo sé, para mi mujer, pensé que el sentimiento expresado, o intentado, era absolutamente actual, y me decidí. Creo que no lo había mostrado nunca y ya ves, ahora cuelga de la red.
Gracias de nuevo,
Un abrazo
Polifacético, ahora con un poema para tu amor.
ResponderEliminarQue grande debe estar tuMaría!
Beso
Hola SM,
ResponderEliminarMM está un poco "abochornada" con el tema, pero creo que contenta :)
Un beso
Emocionas y enterneces.
ResponderEliminarBesos a ambos
Hola Peli,
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras.
Un beso